“Dios te ha elegido…. Responde a su llamada”. Estas palabras del Padre Coindre a Claudina Thévenet el 31 de julio de 1818 y el valiente SÍ de su respuesta, la orientaron hacia la fundación de la Congregación de las Religiosas de Jesús – María. Durante toda su vida Claudina se mantendrá atenta a las llamadas de Dios y no tendrá otra ambición que agradarle en todo, manifestar a todos su bondad y conducirlos así al conocimiento y al amor siempre creciente a Jesús y María. 

 Nacida en Lyon en una familia de comerciantes en seda, recibió una cuidadosa educación. Muy joven aún, Glady, como se le llama familiarmente, se convierte en el “ángel del hogar”. Los primeros sufrimientos no le faltarán: conoce los horrores de la Revolución francesa, ve morir a dos de sus hermanos, asesinados cruelmente. Busca entonces en los Corazones de Jesús y de María el valor para responder a una de las llamadas más exigentes: “Perdona, Glady, como nosotros perdonamos”.    

 Su compasivo corazón se conmueve ante las miserias que ha dejado la Revolución. Son, sobre todo, os niños y los jóvenes abandonados a sí mismo y viviendo en la ignorancia religiosa el principal objeto de su materno interés. Claudina responderá a las llamadas que le vienen de estas necesidades, fundando una Providencia con la colaboración de compañeras jóvenes reunidas en la Asociación del Sagrado Corazón. Las palabras del Padre Coindre le ayudan a comprender claramente la llamada a la vida religiosa. La noche del 5 al 6 de octubre de 1818 deja definitivamente a su anciana madre para consagrarse enteramente a las niñas y a las jóvenes, especialmente a las más desfavorecidas. "Me parecía haberme lanzado a una empresa loca sin ninguna garantía de éxito". Pronuncia entonces el SÍ de la fe.

     Y la obra se desarrolla y crece bajo la dirección de Claudina que no ahorra esfuerzos para hacer felices a las niñas y asegurar su futuro.

     Su pedagogía se basa en el amor, en la bondad y en la prevención. Junto a ella y a sus compañeras, mujeres valerosas, enérgicas, amantes de su misión, las jóvenes adquieren las cualidades sólidas que les ayudan a afrontar la vida. Por su tarea educativa Claudina contribuye a hacer un mundo más bello. Ha dado respuesta a la llamada de su tiempo.

     Claudina ha vivido la experiencia de Dios, se ha dado totalmente a Él y, confiada, se lanza a una aventura que alcanza la máxima intensidad en sus últimas palabras:” ¡Qué bueno es Dios!”.

     Toda la vida de DINA es un canto de amor, un himno de acción de gracias a Aquel que la ha llamado y a quien ella respondió con un SÍ total, sin reserva.

     Su fidelidad en dar respuesta al Amor con amor, la introduce en las profundidades de la Trinidad y la convierte en “un canto de alabanza a la gloria del Padre”. El cántico de acción de gracias y de alabanza de su vida enriquece, con armonía insospechada, la divisa de su Congregación: “Sean por siempre alabados Jesús y María”.

Hija única y adorada por su familia, buena posición social y bien dotada para los estudios, en especial para la música, se abría ante ella un brillante porvenir: numerosos amigos, una vida social agradable, una carrera musical llena de promesas. Ante la llamada del Señor lo deja todo y responde con amor al Amor que la seduce.
    
La niñez y juventud de Dina se desarrolla en una vida normal, nada parece distinguirla de los demás. Es alegre, sociable, ama lo bello, la naturaleza. Es buena con una bondad que la inclina a los más débiles y más desfavorecidos. Nada permite adivinar la vida interior que la envuelve y que canta dentro de sí. Ha sentido ya la llamada del Amor y le ha respondido con una divisa que es todo un programa de vida: "Amar y dejar hacer a Jesús y a María".

     Ya religiosa, se entrega para "vivir en espíritu de alabanza, en libertad de espíritu, confianza y generosidad"."No rehusar nada a Dios" es el objetivo de su diario existir. Si su actividad apostólica se ve pronto reducida por la enfermedad, su celo misionero no disminuye: "Yo quisiera recorrer todo el universo y consumarlo en llamas infinitas del Corazón de Cristo. Sin embargo yo sólo quiero ser apóstol según los designios de Nuestro Señor".

     Consumida por el amor más que por la enfermedad, su vida se apagó el 4 de septiembre de 1929 con la promesa de permanecer al servicio de sus hermanos y hermanas de la tierra:

 
"En el cielo yo seré mendiga de amor; esa es mi misión y la comienzo inmediatamente; daré la alegría".

 

     La ruta trazada por Claudina Thévenet y seguida por Dina Bélanger continúa siendo hoy un desafío. Nuestro mundo tiene una necesidad profunda de bondad, de saber que Dios es Amor y Misericordia.

     La religiosa de Jesús – María, animada por el mismo deseo de Claudina, comunicar este conocimiento, y por su misma angustia, ver abandonados a su desgracia a los que viven en la ignorancia de Dios, responde a esta llamada…..

“Mi compromiso es un himno de confianza y abandono”

 

 

     Llamadas a seguir a Cristo como a lo único necesario y atraídas por la fuerza irresistible de su amor, respondemos libremente por la entrega total de nuestra persona a Dios, con el deseo de continuar en la Iglesia la misión de Cristo consagrado y enviado”.

“Yo soy esposa de Cristo para siempre. ¡Magnificat!”.